El fin de Windows 10: qué supone y cómo afectará a millones de ordenadores

El 14 de octubre de 2025 será una fecha marcada en rojo en el calendario tecnológico: Microsoft dejará de dar soporte oficial a Windows 10, el sistema operativo que durante casi una década ha sido el más utilizado en el mundo.
28.09.2025. – A partir de ese día, los ordenadores que lo utilicen dejarán de recibir actualizaciones de seguridad y parches, lo que abre una nueva etapa para usuarios particulares, empresas y administraciones públicas.
Windows 10 fue lanzado en 2015 con la promesa de ser “el último Windows”, actualizable de manera continua sin necesidad de grandes saltos. Sin embargo, la irrupción de Windows 11 en 2021 rompió con esa idea y abrió un nuevo ciclo. Hoy, cuatro años después, Microsoft considera que es momento de dar por concluido el soporte estándar de su antecesor.
El fin del soporte no significa que los equipos con Windows 10 dejen de funcionar de un día para otro. Seguirán encendiendo, ejecutando programas y conectándose a internet. El verdadero problema es que, sin actualizaciones de seguridad, estos ordenadores quedarán expuestos a nuevas amenazas informáticas: virus, ransomware, fallos críticos o vulnerabilidades que ya no se corregirán.
Para los usuarios domésticos, esto supone un riesgo creciente con el paso del tiempo. Para las empresas y administraciones, que a menudo trabajan con datos sensibles, la falta de parches puede tener consecuencias graves en términos legales y de ciberseguridad.
La decisión responde a una lógica de mercado y de innovación. Microsoft busca concentrar sus esfuerzos en Windows 11 y en futuros desarrollos basados en la inteligencia artificial y la nube. Mantener versiones antiguas resulta costoso y frena la implantación de nuevas tecnologías. Además, Windows 11 exige requisitos de hardware más modernos —como el chip TPM 2.0— que refuerzan la seguridad, aunque dejan fuera a muchos ordenadores fabricados antes de 2017.
¿Qué futuro les espera a los PC que no se actualicen?
Las opciones son variadas:
- Actualizar a Windows 11: si el hardware lo permite, es la alternativa más directa y segura.
- Seguir con Windows 10 bajo su propio riesgo: viable a corto plazo, pero con vulnerabilidades acumuladas con el tiempo.
- Programas de soporte extendido de pago: Microsoft ofrecerá actualizaciones críticas para empresas durante unos años más, aunque con coste elevado.
- Migrar a otros sistemas operativos: Linux se presenta como una alternativa gratuita y con menor consumo de recursos, aunque requiere cierta curva de aprendizaje.
- Comprar un nuevo ordenador: lo que inevitablemente dinamizará el mercado tecnológico, beneficiando a fabricantes y al propio Microsoft.
El fin de Windows 10 afectará a cientos de millones de equipos en todo el mundo. La transición no será inmediata, pero con el tiempo las diferencias entre quienes actualicen y quienes no lo hagan se harán más visibles: aplicaciones que dejen de ser compatibles, riesgos de seguridad, menor acceso a nuevas funciones y servicios.
El mensaje de Microsoft es claro: el futuro del ecosistema Windows pasa por la modernización. Para los usuarios, la decisión será entre invertir en un nuevo sistema o quedarse anclados en un software condenado a envejecer sin protección.