Los cántabros mantienen viva la tradición del Día de Todos los Santos entre flores, oración y memoria

El 1 de noviembre, familias de toda Cantabria acuden a los cementerios para honrar a sus difuntos, en una jornada de respeto y arraigo que une fe y costumbre
27.10.2025.- El 1 de noviembre, festividad de Todos los Santos, sigue siendo una de las fechas más sentidas en Cantabria. En pueblos y ciudades, los cementerios se llenan de flores, de silencio y de encuentros familiares en torno a la memoria de quienes ya no están. Una tradición que resiste el paso del tiempo y que combina el significado religioso con un profundo valor emocional y comunitario.
La jornada tiene su origen en la celebración cristiana instaurada en el siglo IX, cuando la Iglesia dedicó un día a honrar a todos los santos, conocidos o anónimos, como ejemplo de vida y esperanza. Al día siguiente, el 2 de noviembre, se conmemora el Día de los Fieles Difuntos, en el que los creyentes rezan por las almas del purgatorio y recuerdan especialmente a sus familiares fallecidos.
En Cantabria, la jornada conserva un tono de recogimiento y respeto. Desde primera hora, los cementerios se llenan de visitantes que limpian y adornan las tumbas con flores frescas, especialmente crisantemos, símbolo de eternidad. Muchas floristerías locales viven en estas fechas una de sus épocas de mayor actividad, preparando ramos y centros que se convierten en ofrendas de cariño y recuerdo.
En numerosos municipios, los párrocos celebran misas en los camposantos, donde vecinos y familias rezan juntos por todos los difuntos del lugar. Estos actos comunitarios mantienen viva la conexión entre generaciones y refuerzan el sentimiento de pertenencia a una comunidad que no olvida sus raíces.
A lo largo del tiempo, Cantabria ha conservado peculiares ritos populares ligados al Día de Todos los Santos. En muchos hogares rurales se encendían antiguamente velas en las ventanas o portales, para guiar a las almas de los difuntos en su camino. En algunos valles del occidente se preparaban comidas sencillas —como cocido, castañas o buñuelos— que se compartían en familia tras la visita al cementerio.
También se mantiene la costumbre de los toques de campana en localidades como Santillana del Mar, Liébana o Campoo, donde el sonido de los bronces resuena durante toda la jornada “por los vivos y por los muertos”, recordando a los presentes que el tiempo pasa pero la memoria permanece.
En ciudades como Santander o Torrelavega, el Día de Todos los Santos se vive como una jornada de reencuentro entre generaciones. Abuelos, hijos y nietos visitan juntos los cementerios, en una costumbre que sigue transmitiendo con respeto y emoción.
Más allá de la fe, el Día de Todos los Santos en Cantabria es un acto colectivo de memoria y gratitud. Un momento para detenerse, mirar hacia atrás y rendir homenaje a quienes construyeron el presente.
Entre flores, oraciones y silencios compartidos, los cántabros renuevan cada año su compromiso con la tradición, la familia y el recuerdo, manteniendo viva una costumbre que, más que mirar a la muerte, celebra la permanencia del amor y la memoria.
