Javier San Miguel en nuestro Rincón de Artistas

Javier San Miguel destaca como uno de los músicos más activos. Su trayectoria abarca una amplia gama de géneros musicales, desde Latin-Jazz hasta electrónica, jazz-rock y freejazz. A lo largo del tiempo, su estilo ha evolucionado hacia una madurez y serenidad crecientes, caracterizado por un sonido profundo y redondeado, demostrando siempre una inquebrantable curiosidad por explorar nuevos horizontes musicales.

Hoy queremos conocerle un poco mas

– ¿Qué te inspiró para empezar a tocar el saxofón?

Pues escuchando a Kenny G. Gracias a Dios, he podido ir madurando mi criterio estético.

– ¿Cómo comenzó tu viaje con la música y este instrumento en particular?

Yo estudié piano clásico en el Conservatorio Municipal de Santander. No fui un alumno especialmente aplicado, no me gustaba la formación que recibía, exenta de pasión, muy teórica y memorística. Acabé por abandonar, aun siendo un enamorado de la música. De todos modos, pronto comencé a trabajar en orquestas de música, con 17 años; al acabar la carrera universitaria y comenzar a trabajar retomé el interés por la música, que la tuve aparcada años atrás al abandonar el piano y la música en las orquestas. Y me decidí a aprender de forma autodidacta el saxo soprano, ya muy tarde, a los 30 años. Fui muy aplicado y sistemático en el estudio durante los primeros 5 ó 6 años, estudiando muchas horas, todos los días de la semana.

– ¿Hay algún saxofonista o músico que te haya influenciado de manera significativa?

Sin duda alguna, Michael Brecker. De todos modos, he tenido que estudiar a Parker, que es la base del lenguaje de improvisación.  También a  Coltrane y a Rollins. Ahora mismo tengo en mente el sonido de Ralph Bowen, que es mi referencia al tenor. Al soprano me decanto por el sonido de Bill Evans, pero con un lenguaje y estilo diferentes a éste. Y al alto la referencia es Kenny Garrett y Dick Oatts, este sobre todo por su sonido, que es el busco para el saxo alto.

De todos modos, si me dices un saxofonista que sea mi referencia total te diría que no le tengo. Tengo en la cabeza a un saxofonista que me gustaría escuchar, pero al que nunca he escuchado. Un músico con un lenguaje moderno, pero sin pasarse. Con un buen swing y un lenguaje a medio camino entre el bop y el funk, sin ser espeso. Con un sonido embaucador. A ese músico me gustaría parecerme. Es raro de explicar. A veces no son saxofonistas, sino guitarristas o pianistas los músicos que más me pueden inspirar. Por ejemplo, John Scofield o Herbie Hancock, por poner solo dos ejemplos.

– ¿Tienes alguna rutina o ritual antes de subir al escenario?

Si. Debo recordar siempre dos cosas. La primera, estar relajado. La segunda, no perder el sentido del tempo nunca. La música es sobre todo, el tiempo. Y debo estar sosegado y usar la música como vehículo para transmitir ideas bellas. Para ello debo estar muy concentrado, escuchar lo que sucede ahí arriba, en el escenario, saber escuchar. Se trata de no perder los automatismos que tengo interiorizados y que pueden desgobernarse con el subidón de tocar en un escenario.

– ¿Cuáles han sido los mayores desafíos que has enfrentado como músico?

La improvisación, sin duda. Es un universo de posibilidades, complejísimo a la hora de afrontarlo. Es un tipo de lenguaje abstracto que conecta con emociones y que posee sus propias normas sintácticas. Improvisar sin un  objetivo  te convierte en una máquina de automatismos, aburrida, sin alma. Además, para poder expresar estas ideas necesitas de una técnica exquisita que requiere muchos años de disciplina y estudio. Si, es un gran desafío intelectual.

– ¿Hay algún momento o concierto que recuerdes especialmente?

Tengo muchos. Mi primer concierto con mi hija o el último concierto con mi padre son algunos de ellos.

– ¿Tienes un estilo musical preferido para tocar con el saxofón?

Tengo tendencia al funk a la hora de entender la música. En general, me gusta la música con energía, con fuerza. En cualquier caso, la música me debe transmitir, me debe emocionar. De lo contrario, la música me aburre y se convierte en insoportable. En ese caso es preferible el silencio.

– ¿Cómo trabajas en mejorar tu técnica con el instrumento?

Durante los primeros años trabajé de forma intensiva el sonido y la técnica, realizando trabajos monótonos de escalas, intervalos, en los 12 tonos. Pero, sobre todo, siempre he estado obsesionado con el sonido: la combinación de un setup determinado junto con una buena técnica de emisión del aire. Es algo que me ha llevado mucho tiempo y dinero. Una búsqueda a veces ciega pero que ya he superado. Y es que el  sonido marca la diferencia entre los saxofonistas. Actualmente, sin embargo, estudio mucho menos. Me dedico sobre todo a tocar temas, me grabo, y voy analizando errores para mejorarlos posteriormente. Esto me permite poder perfeccionar mi mensaje y sonido, tanto en timbre como en afinación. Y por último, intento añadir nuevos recursos de lenguaje e implementarlos en los directos.

– ¿Qué aspectos consideras más importantes para dominar este instrumento?

Lo primero, el sonido. Conocer todos los aspectos involucrados en la generación del timbre, que son muchos. Automatizar todos ellos en la búsqueda de un sonido que tengas en mente, que no sea el instrumento el que te lleve a un sonido determinado, de forma que no lo hayas buscado tú mismo. El sonido es capital. Conlleva no solo un determinado timbre, sino además un centrado en la columna de aire, una proyección, un volumen, una afinación perfecta en todo el registro. Aunque el saxo técnicamente es un instrumento fácil, encontrar el sonido es una tarea ardua y complicada. Una vez que estás en el camino correcto del sonido, lo segundo, aunque en realidad es lo más importante, es el tempo. La música consiste en distribuir sonidos en el tiempo. Si no tienes claro esto, andas jodido. Los músicos profesionales tienen todos algo en común, y es que tienen un tempo extraordinario. Si ves flojear en este aspecto a un músico, ves que le queda camino por recorrer.

– ¿Cómo ves el futuro del saxofón y su papel en la música moderna?

Negro. La música moderna se basa sobre todo en sintetizadores. No se echan de menos los instrumentos de viento. La música se ha simplificado en extremo, tanto en estructuras, como en armonías, así como en timbres. El oyente no está educado para escuchar una música más compleja.  De todos modos, la música moderna también tiene un futuro oscuro pues el camino de la simplificación es peligroso. A eso hay que sumar la incertidumbre de la IA y otros similares que pueden dañar los derechos de autor y a los creadores.

Hablemos de Cantabria ¿existe la demanda y repercusión para los artistas de esta comunidad?

Demanda de músicos siempre habrá. Pero lo preocupante es que la educación musical de la población en general es muy pobre. Hoy por hoy, la educación humanística no es una prioridad. La formación musical en general en España es muy pobre, aunque, por otro lado, nunca haya habido tantos músicos con gran talento y tal cantidad de conservatorios y escuelas de música. Sin embargo, siempre digo que lo importante no es tener 20 medallas de oro en atletismo. Lo importante es que la sociedad haga deporte. Lo mismo pasa con la música. Lo importante es que la gente escuche buena música, que lea buenos libros. Que tengamos ciudadanos críticos y sensibles. Que sepan disfrutar de la cultura como forma de libertad y poder así ser un poco más felices. Yo esto no lo veo, veo una regresión en este aspecto. Así que, si no hay demanda, la oferta se resentirá.  Por ejemplo, hoy, en relación con hace 10 años, la cantidad de música en directo que se ofrece en nuestra provincia ha caído en picado. Es casi inexistente en una ciudad como Torrelavega, por ejemplo, al margen de los grandes eventos, que son los que están cogiendo el relevo. Se está perdiendo por lo tanto diversificación en esta industria. Y eso es grave. Sólo veo una solución al respecto, y es la inversión pública y el apoyo institucional.

¿Un lugar para perderte en Cantabria?

Soy más de playa que de montaña.